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David López García*

La ‘guerra sucia’ contra López Obrador


Hace 12 años, por estas mismas fechas, López Obrador se perfilaba como el virtual ganador de las elecciones presidenciales de 2006. Sin embargo, en aquel entonces el partido político en el poder y los poderes fácticos que le respaldaban lograron evitar su triunfo con la exitosa campaña “un peligro para México”. Hoy, López Obrador nuevamente tiene posibilidades reales de ganar la Presidencia y la guerra sucia en su contra se está intensificando.

La nueva candidatura de López Obrador tiene algunas ventajas respecto de sus posibilidades de ganar en 2006. Primero, ha moderado sus posturas y propuestas, y con ello se ha encargado de transmitir una imagen menos radical. Segundo, cuenta con el respaldo de amplios sectores del empresariado, lo que implica que de ganar la Presidencia tendrá que moderar sus reformas para garantizar la estabilidad económica. Tercero, hoy más que nunca hay un cansancio generalizado con los partidos tradicionales por parte del electorado.

Las encuestas de intención del voto todavía favorecen a López Obrador. Sin embargo, la experiencia nos ha demostrado que sus virtuales triunfos en las encuestas se pueden tambalear y caer conforme nos acercamos al día de la votación. Existen por lo menos tres factores que pueden operar en contra de la candidatura del tabasqueño, y que están relacionados con la guerra sucia que seguramente seguirá en aumento.

Primero, hasta ahora López Obrador ha cuidado mucho su imagen y sus palabras, pero en cualquier momento puede tener un desatino que sería aprovechado por sus contrincantes. ¿Cuál será el “cállate, chachalaca” de este proceso electoral? Hasta ahora, sus adversarios han intentado utilizar algunas de sus palabras para articular la guerra sucia, pero ninguna ha surtido el efecto que tenían las expresiones del tabasqueño durante la campaña de 2006.

Segundo, si López Obrador y su equipo de campaña se enganchan en la guerra sucia entonces tendrán que dedicar una mayor proporción de su tiempo a defenderse, en lugar de dedicarlo a construir la candidatura. Si sus contrincantes lograr desconcentrarlo y hacer que se enganche en sus dimes y diretes, habrán alcanzado su objetivo. Si logran que el tabasqueño deje de hablar de su agenda de gobierno y en lugar de ello dedique sus energías a defenderse de los ataques, misión cumplida.

Tercero, la escalada de la guerra sucia puede tener efectos adversos en el electorado. Un ambiente enrarecido puede acrecentar el desencanto de los votantes con la clase política y con el proceso electoral, lo que podría derivar en altos niveles de abstencionismo el día de las elecciones. El abstencionismo jugaría a favor de los partidos que tienen más voto duro y mayor capacidad organizacional para movilizar el voto el día de las elecciones. Es decir, enrarecer el ambiente político favorece a los partidos que normalmente han estado en el poder, y no así a los candidatos que buscan el voto de los indecisos.

Esta película ya la hemos visto antes: guerra sucia para generar desconfianza y apatía que se traduce en hartazgo. Lo que no hemos visto es cómo van a reaccionar López Obrador y los votantes en esta edición de las elecciones. Será muy interesante observar si los años y la experiencia nos han hecho madurar políticamente. Habrá que ver si López Obrador se engancha en la guerra sucia y si sus contrincantes logran descarrilar su candidatura. También habrá que observar si el electorado ha desarrollado la madurez suficiente para razonar y ejercer su voto al margen de la guerra sucia.

Columna semanal del LID para El Diario NTR de Guadalajara

*David López García es candidato a doctor en políticas públicas urbanas por la New School, en Nueva York, y coordinador general del LID.

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